viernes, 13 de noviembre de 2015

Herido, corazón mío

Sólo yo sé cuánto dolor se guarda en un corazón roto, 

amoratado y de honda herida; 

cómo se sufre el ardor al cicatrizar, 

arrancar antes la costra dejando 

su rastro de sangre y que al final 

la herida se reduzca a una cicatriz hinchada: 

imborrable, irremediable. 


Un corazón tatuado con recuerdos 

cuya tinta se opaca 

o su forma original se desvanece: 

todos ellos se pierden 

y cuando años más tarde logran comprenderse 

ya éstos no significan lo mismo, o significan nada.

Un corazón, 

el corazón mío que quedó curado en espanto; 

mío, cicatrizado y a veces triste. 

Mío y a veces hinchado, 

a veces adolorido, 

a veces rojo y otras morado, 

pero no volverá a ser verde.

Corazón distraído, 

corazón distante, 

corazón mío: 

no guardes más dolor: 

ábrete como lo hiciste antes y saca todo, 

la pasión incluso, ésa que te dominó.

Pasión necia, 

pasión furiosa, 

pasión violenta e irracional.

Vacía los baúles de restos 

y de recuerdos inútiles 

y porciona en todos ellos 

locura, pasión y prudencia 

para el resto de nuestro largo camino; 

camino empedrado o pavimentado, 

tú y yo, corazón, 

correremos, trotaremos y tropezaremos juntos, 

cairemos, querido, 

pero no nos hundiremos, torpes, 

en bache ninguno, nunca más.